lunes, 11 de julio de 2011

EL ESPACIO DEL AMOR. Reedicion

Publicado el 07 de marzo de 2011.

El escritor Gerald Jampolsky dijo que “amar es abandonar el miedo, y que o bien hay temor o bien hay amor.” Si no estamos en el espacio del amor del corazón, es que estamos en el del temor. Todos esos estados de aislamiento, separación, rabia, culpa y soledad forman parte del síndrome del miedo. 

Es preciso entonces que nos alejemos del temor y entremos en el espacio del amor, y hagamos que estar en el amor sea una posición más permanente para nosotros, para nuestra forma de vida, para nuestro entorno. Entonces surge la interrogante ¿cómo hacemos ese cambio o transición del espacio del temor al universo del amor? 


Hay diversas formas de cambiar. ¿Qué hacemos cada día para sentirnos a gusto interiormente con nosotros mismo? Ahora que ya sabemos que no nos conviene culpar a los demás ni sentir que somos unas víctimas. ¿Qué hacemos entonces? ¿Cómo experimentamos la paz en nuestro interior y a nuestro alrededor? Si todavía no lo experimentamos, ¿estamos dispuestos a hacerlo? ¿Estamos dispuestos a empezar a crear armonía y paz en nuestro interior? 

He aquí otras preguntas que es preciso que nos hagamos y considero que son las más importantes: “¿Realmente deseamos cambiar?”. ¿Preferimos continuar lamentándonos por lo que no tenemos en la vida? ¿O verdaderamente deseamos crearnos una vida mucho más maravillosa que la que tenemos ahora? Si estamos dispuestos a cambiar, somos capaces de hacerlo. Si estamos dispuestos a realizar el trabajo que ello supone, entonces sin duda alguna podemos mejorar nuestra vida. Nadie tiene ningún poder sobre tu persona, sobre ti, y esto no puede hacerlo en tu lugar. Somos nosotros mismos quienes tenemos el poder de efectuar el cambio, y es necesario que nosotros lo recordemos a cada momento. 

Recordemos que mantener la paz interior nos conecta con las personas pacíficas que hay en todo el mundo y muy especialmente a nuestro alrededor, en nuestro entorno. La espiritualidad, la paz interna, nos comunica a nivel del alma, a todos los que vivimos en este planeta que llamamos Tierra, y este sentido de espiritualidad cósmica que estamos comenzando a experimentar con el cambio va a ser que el mundo mejore en consecuencia. 

Cuando digo espiritualidad no quiero decir necesariamente “religión”. Las religiones suelen decirnos a quién debemos amar, cómo debemos hacerlo y quién es digno de amor. Para mí, todos somos dignos de amor, todos somos “amables”. La espiritualidad es nuestra conexión directa con la fuente superior y no necesitamos ningún intermediario para eso. Empecemos a comprender que la espiritualidad puede conectarnos a todos en un nivel del alma muy profundo. 

Varias veces al día podemos hacer un alto y preguntarnos “¿Con qué tipo de personas me estoy comunicando actualmente?”. Preguntémonos con regularidad: “¿Qué pienso realmente de estos problemas y situaciones?”, y meditemos sobre ello. Preguntémonos: “¿Qué siento? ¿Qué me parece? ¿Realmente deseo hacer lo que me piden hacer estas personas? ¿Por qué lo hago?”. Examinemos nuestros pensamientos y sentimientos. Seamos sinceros con nosotros mismos. Descubramos lo que pensamos y lo que creemos. No funcionemos con el piloto automático de un avión en pleno vuelo, viviendo rutinariamente, diciendo: “Yo soy así y esto es lo que suelo hacer”. Es conveniente preguntarnos: ¿Por qué lo hacemos? Si todo aquello que hacemos no es una experiencia positiva, sustentadora, descubramos de dónde proviene. ¿Cuándo lo hicimos por primera vez? Una vez que encontramos el origen o proveniencia de nuestras actitudes que no nos permiten gestionar el cambio, sabremos lo que nos conviene hacer. Comuniquémonos con la inteligencia, ese don divino que nos distingue a cada uno de nosotros, ese que llevamos dentro y lograremos encontrar el camino que nos llevará al cambio, a vivir en el espacio del amor.

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