Quiero compartirles una experiencia que me
enseño mucho en mis años de infancia.
Estaba en una Feria, de esas que organizan en
los pueblos de Venezuela, donde llevan un Parque de Diversiones del tipo portátil,
con carruseles, carritos chocones, maquinas de algodón de azúcar, cotufas,
perros calientes, las mini montañas rusas, payasos, etc. Esto sucedió en Puerto
La Cruz, en una oportunidad de tantas que fui a pasar vacaciones donde mi Tía
Guiomar (Mamatía).
A continuación la historia.
Un niño de color contemplaba extasiado al
vendedor de bombas (globos) en la feria, el cual era, evidentemente, un
excelente vendedor. En un determinado momento soltó un globo rojo que se elevó
por los aires, atrayendo a una multitud de posibles jóvenes clientes.
Luego soltó un globo azul, después uno
amarillo, a continuación un globo blanco… Todos ellos remontaron el vuelo hacia
las alturas hasta que desaparecieron en la inmensidad de un hermoso y despejado
cielo azul. El niño de color, sin embargo, no dejaba de mirar un globo negro
que el vendedor no soltaba en ningún momento.
Finalmente, el niño le preguntó: “Señor, si
soltara usted el globo negro, ¿subiría tan alto como los demás?”.
El vendedor sonrió comprensivamente al niño, y
entonces soltó el cordel con que tenía sujeto el globo negro, y mientras éste
se elevaba hacia lo alto del despajado y hermoso cielo, dijo:
“No es
el color lo que hace te hace subir, hijo. Es lo que hay dentro de ti”.