viernes, 7 de octubre de 2011

EL SER Y EL HACER

“El ser” es una expresión del alma y la mente. “El hacer” es una expresión del cuerpo.
 
Todas las experiencias del cuerpo proceden de experiencias del alma y la mente. Tenemos que elegir cuál preferimos.

Si elegimos la mente, como se sienta nuestra mente, se sentirá nuestro cuerpo. Si elegimos nuestra alma, como se sienta nuestra alma, se sentirá nuestro cuerpo.

El alma siempre siente alegría, porque el alma es alegría. El alma siempre siente amor, porque el alma es amor. El alma siempre se siente conectada con la gran maravilla de la vida, porque el alma es la mayor maravilla de la vida, expresada en si misma.

Para sentir esto siempre, tenemos que estar fuera de nuestra mente. Tenemos que “salirnos de nuestra cabeza” y entrar en nuestro corazón en nuestro espíritu, en nuestra esencia. El corazón es el puente entre la mente y el alma. Primero salgamos de nuestra mente y metámonos en el espacio de nuestro corazón. Desde allí el salto a nuestra alma es rápido.

Si nos quedamos en nuestra mente, influirán en nosotros las construcciones de nuestra mente. Si la mente es obstaculizada o debilitada, el cuerpo funcionará de manera que refleje eso. Si la mente es elevada, fortalecida o renovada, el cuerpo funcionará de manera que refleje eso. Si a la mente se le desalienta, disminuye, restringe, frustra, enfurece, hiere o agita, el cuerpo lo mostrará. Si a la mente se la excita, amplía, se le quitan limitaciones, y es exuberante, alegre, sana y está en paz, el cuerpo se comportará de manera totalmente distinta.

Cuando estamos en el espacio de nuestro corazón con otra persona, es cuando podemos sostener una real plática del alma. Cuando estamos en el espacio de nuestro corazón con nosotros mismos, es cuando podemos experimentar el conectarnos con nuestra alma a un nivel muy profundo. Es cuando podemos experimentar la comunión con Dios.

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