Miremos a nuestro alrededor y observemos que todo en nuestro universo es resultado de dar y recibir. Toda la cadena alimenticia representa dar y tomar vida, para luego volver a dar en un ciclo infinito de manifestación material. Los gusanos que comen los pájaros, la comida que es el pájaro, el reciclado de la carne del pájaro y así sucesivamente.
Todo eso tiene que producirse aquí, en este universo. No es algo que salga y luego vuelva a entrar. Se trata simplemente, de un proceso de dar y recibir diferentes formas de energía. El hierro de nuestro torrente sanguíneo forma parte de la infinita oferta de hierro que regresará de otra forma una vez que nosotros hayamos abandonado el mundo físico, quizás en las alas de un murciélago. Nosotros aportamos nuestra propia oferta de hierro y tomamos lo mismo. Dar y recibir es una función natural de la vida.
Nosotros enviamos energía amorosa para conectarnos con aquello que deseamos y ésta se nos devuelve. Es una acción de dar y recibir. No obstante, podemos interferir en esta progresión natural del dar y recibir al aferrarnos egoístamente a lo que se manifieste en nuestro mundo material y detener el flujo de energía que aporta abundancia. Esta conciencia de escasez es obra del ego, que siempre se siente incompleto porque está convencido de hallarse separado de Dios.
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