miércoles, 28 de septiembre de 2011

LA TRANQUILIDAD DE LA MENTE

Si las aguas están apacibles, la luna se reflejará perfectamente en su superficie. Si nos apaciguamos, podemos reflejar lo divino. Pero si nos ocupamos exclusivamente en las frenéticas actividades de nuestras tareas diarias, si buscamos imponer nuestros esquemas al orden natural, y si nos quedamos absortos en nuestras opiniones egocéntricas, la superficie de nuestras aguas se volverá turbulenta y no podremos reflejar la luz interior. 


No existe ningún esfuerzo que podamos hacer para apaciguarnos. La verdadera calma llega en los momentos de soledad en los que dejamos que nuestra mente se asiente. Así como el agua busca su propio nivel, la mente gravita hacia lo sagrado. 

El agua turbia por el barro se asentará si no se la perturba, y así también se asentará la mente si  se le permite estar en calma. 

Ni la luna ni el agua hacen esfuerzo alguno para lograr su reflejo.


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