martes, 6 de septiembre de 2011

EL MIEDO QUE NEUTRALIZA NUESTRA VIDA

¿Cuándo nace el miedo en el ser humano? Me atrevo a pensar que es desde el mismo momento de nuestro nacimiento, cuando recorremos el larguísimo camino que nos conduce hacia la vida fuera del vientre de nuestra madre. El sobresalto de la luz que hiere nuestras pupilas, la presión de las manos que nos recogen, las voces, todo confabula para la sorpresa de lo imprevisto y el consecuente miedo a lo desconocido. 


El niño crece y mil situaciones se le presentan, el miedo sigue su curso atemorizante. 

Ya adulto, la vida nos muestra su dureza y sus peligros. El adulto retrocede o se detiene, se ha convertido en un ser temeroso y pusilánime. 

¿Quién no ha tenido miedo alguna vez?, me pregunto. Sin embargo estoy convencido que la mayoría de nuestros miedos son infundados, y cuanto más nos dejemos poseer por ellos, más expuestos estaremos al peligro, por una muy simple razón: el miedo debilita, nos impide ser intrépidos, correr riesgos, nos inmoviliza. 

Por supuesto no estoy hablando de un desborde de la audacia que nos ciegue y nos haga emprender caminos tortuosos cuyo final es predeciblemente el fracaso. No, estoy hablando de esos miedos sobredimensionados que nos quitan la posibilidad de ser felices. El miedo a la enfermedad, a la bancarrota, al equívoco en nuestras elecciones, ese miedo que nos impide ver el horizonte en su magnífica amplitud y la conciencia de nuestros propios merecimientos. 

Con cautela y sensatez abramos nuestras mentes y nuestros corazones hacia el prodigio de la vida, desterremos el temor a lo desconocido, pongámosle alas a nuestra imaginación y recién entonces, conoceremos la verdadera libertad, aquella que nos permitirá crecer y comprobar que somos capaces de logros insospechados, aquella que nos tornará en recreadores de nuestra propia existencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario