martes, 13 de septiembre de 2011

DESEO PARA USTEDES

Les deseo primero que amen, y que amando, también sean amados. Y que, de no ser así, sean breves en olvidar y que después de olvidar, no guarden rencores. 


Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepan ser sin desesperar. 

Les deseo también que tengan amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien puedan confiar, sin dudar. 

Y porque la vida es así, les deseo también que tengan enemigos. Ni muchos ni pocos, en la  medida exacta, para que, algunas veces, se cuestionen sus propias certezas. 

Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro. 

Les deseo además, que sean útiles, más no insustituibles. Y que en los momentos malos, cuando no quede más nada, esa utilidad sea suficiente para mantenerlos en pie. 

Igualmente, les deseo que sean tolerantes; no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia, sirvan de ejemplo a otros. 

Les deseo que siendo jóvenes no maduren demasiado de prisa, y que ya maduros, no insistan en rejuvenecer, y que siendo viejos no se dediquen al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros. 

Les deseo de paso que sean tristes. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en ese día descubran que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa constante malsana. 

Les deseo que descubran, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que existen, y que los rodean seres oprimidos, tratados con injusticia y personas infelices. 

Les deseo que acaricien un gato o un perro, alimenten a un pájaro y oigan a un jilguero erguir triunfante su canto matinal, porque de esta manera, se sentirán bien por nada. 

Deseo también que planten una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañen en su crecimiento, para que descubran de cuántas vidas está hecho un árbol. 

Les deseo, además, que tengan dinero, porque es necesario ser práctico. Y que por lo menos una vez por año pongan algo de ese dinero frente a ustedes y digan: “Esto es mío”, sólo para que quede claro quién es el dueño de quién. 

Les deseo también que ninguno de sus afectos muera, pero que si muere alguno, puedan llorar sin lamentarse y sufrir sin sentirse culpables. 

Les deseo por fin que, siendo hombres, tengan una buena mujer, y que siendo mujer, tengan un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos y sonrientes, hablen sobre el amor para recomenzar.

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