lunes, 5 de septiembre de 2011

ALCANZANDO LA LIBERTAD

Hay un viejo dicho que dice: “El río de la vida corre entre las orillas del dolor y el placer, y nos topamos con las dos”. Ése no es el problema. El problema aparece cuando nos aferramos a las orillas, ya sea a la positiva o a la negativa. Cuando aceptamos con calma todas las contradicciones que ofrece la vida, cuando podemos fluir cómodamente entre las orillas del placer y del dolor, experimentándolas ambas sin apegarnos a ninguna de las dos, entonces hemos alcanzado la libertad. 


La alegría y la tristeza, la felicidad y el sufrimiento, son el juego de los opuestos, son los extremos de la misma esencia; son efímeros porque están ligados al tiempo. El espíritu, nuestro yo esencial, es independiente del juego de los opuestos; vivamos en el gozo silencioso de lo eterno. Y cuando nos conocemos a nosotros mismos como este ámbito de consciencia pura, entonces vivimos desde la fuente, que es gozo. 

Por eso la clave de la felicidad permanente es dejar de buscarla, y saber que ya la tenemos. Si buscamos la felicidad nunca la encontraremos. Si pensamos que está a la vuelta de la esquina, seguiremos doblando esquinas. La verdadera clave de la felicidad es vivir y jugar en el ámbito de inteligencia que está más allá de lo positivo y lo negativo. Ese ámbito es nuestra fuente, y es mágico, sagrado, alegre y libre. 

La felicidad y la tristeza son rostros diferentes de la consciencia infinita. Ambas son efímeras, y nosotros no somos ninguna de las dos porque no somos un estado de consciencia. Somos la consciencia misma expresando todos estos estados.

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