domingo, 22 de mayo de 2011

SABIDURÍA E INOCENCIA INFANTIL

Mucho se ha escrito y se ha dicho  a lo largo de los años sobre lo hermoso que es la inocencia de los niños, esa que los hace decir sin vacilaciones todo aquello que viene desde lo más profundo de pequeño corazón, sin titubeos y decoraciones lingüísticas.

He sido siempre un ferviente creyente de como personas adultas debemos retomar mucho de aquel comportamiento y forma de vivir de cuando éramos niños.

Quiero plasmar esa hermosura y pureza de corazón que debemos rescatar por medio de un caso hipotético, pero que realmente refleja y demuestra esta realidad que tenemos que recuperar en cada uno de nosotros. Esa actitud de vida que nos hace estar más cerca de Dios, pues en verdad nunca sabemos qué es lo que va a hacer, decir o expresar un niño.

Aquí, entonces, va la historia:

En un momento cualquiera de nuestra vida, cuando nuestros pequeños querubines asistían a la escuela preparatoria o al pre escolar se nos solicitó una vez que fuéramos parte del jurado en un concurso en la escuela.

El propósito del concurso era encontrar al niño más cariñoso, algo que parece muy sencillo pero a la vez de muy difícil decisión.



El ganador fue un niño de 4 años cuyo vecino era un anciano quien recientemente había perdido a su esposa. El niño al ver al hombre llorar, se fue al jardín de la casa del hombre, y se le subió a su regazo y luego se sentó en sus piernas.

Cuando el niño regreso a su casa la mamá le preguntó qué le había dicho al vecino anciano, el pequeño angelito le contestó con su dulce voz: “Nada mamá, sólo lo ayudé a llorar”.
RAZÓN TENIA JESUS CUANDO DIJO: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.”

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