martes, 10 de mayo de 2011

NUESTRA ALMA Y NUESTRO ESPÍRITU, LA CONEXIÓN DIVINA

Son, nuestra Alma y nuestro Espíritu, las antorchas que iluminan el camino que oscurece el sombrío temple del Ego. Son, nuestra Alma y nuestro Espíritu, las antorchas que nos mantienen “calientes” ante el frío y la desolación con que la desesperanza adorna el paisaje de nuestra vida. Son, nuestra Alma y nuestro Espíritu, las llaves que abrirán los grilletes que nos atan a la superficialidad de la sociedad actual, son pues las portentosas alas con las que emprenderemos nuestro magistral vuelo, con nuestro pasaje hacia la libertad plena, son la luz que inundará por completo las sombrías caras de la desolación.

Alma, deja que veamos tu rostro y nos maravillemos de su belleza. Espíritu, deja que sintamos tu fuego y nos temples con tu cálida luz. Ambos, Alma y Espíritu, fúndanse en nosotros y eleven nuestro Ser hasta la mismísima presencia de Dios nuestro Señor y Creador.

Todos los seres humanos hemos sido forjados con el sello de la divinidad, llevamos su identidad y nuestro destino es fundirnos en ella así como de ella hemos emergido. Cabalgamos la vida sobre el lomo de un gigante cuando descubrimos en nuestro interior la magia de nuestra verdadera esencia, esencia misma regalo de nuestro Creador. Nos volvemos genuinamente puros en el preciso instante en que nuestra conexión se hace más visible. Comenzamos a creer y nuestro camino se hace más claro, despejamos nuestra vida y nos entregamos a nuestra verdadera misión sin oponer residencias, logramos concretar la obra para la cual fuimos traídos a este mundo. Nos liberamos de las cargas, fluimos, volamos, nos dejamos Ser. Ya no pasamos por la vida como pidiendo permiso a cada día para manifestarnos en plenitud, somos amos y dueños de nuestra propia libertad. Abandonamos nuestros viejos hábitos, rompemos nuestras limitaciones, nos desligamos de nuestras cadenas y atravesamos con fuerte impronta las barreras condicionantes que nos imponían bases falsas de una identidad socialmente correcta, pero espiritualmente incorrecta..

Somos la lluvia aclamada por el desierto calcinado por la inclemencia del calor abrazador, somos el sol que bendice las flores con el rocío de las mañanas, somos el viento fresco que desciende de las montañas y refresca los fulgurantes veranos, somos la luna que acompasa el vaivén de las mareas. Así como el vuelo de las golondrinas acusando la primavera y como el silbido de los pájaros anunciando la mañana de un nuevo día; somos para nuestra Alma como el mar lo es para sus costas.

Cuando purificamos nuestros oxidados canales de conexión con lo divino nos alineamos con nuestro propósito y lo convertimos en nuestro presente más realizable, hacemos de este momento el más sublime de los instantes y cada minuto que se sucede consume al anterior completamente en perfecta armonía y satisfacción, con la mágica perfección del originador de nuestro universo. Nos inspiramos y al fin descubrimos dentro de nosotros mismos los aquellos atributos divinos que nos conducirán hasta donde queramos llegar. Hagamos de nuestra divinidad, regalo de Dios, la llave que abra las puertas de la jaula de nuestros condicionamientos, de la prisión que nos somete. Reinventemos nuestra existencia y marquemos nuestro nuevo rumbo por el camino de la verdad y del bien común. Somos libres de nuestro Yo más básico y dominante, somos libres de nuestros prejuicios, somos libres de los demás y seamos libres de nuestro angustioso estado de desunión con la fuente creadora del Universo, aquello que Yo llamo la FUERZA. Cuando aceptamos nuestra libertad compramos el pasaje de ida hasta los confines de nuestro interior y nos preparamos para un maravilloso viaje de auto-descubrimiento y liberación. Solo debemos dar paso a nuestra divinidad y creer en su cálida luz. Nuestra divinidad, regalo de dioses, es como un farol incandescente que llenará de claridad las penumbras de nuestra Alma, Alma que aclamaba a gritos ser inundada por la mismísima gracia de Dios y su potente Espíritu.

Sepamos que se atesoran en los rincones de nuestra Alma los más preciados secretos divinos, secretos que han permanecido custodiados por el Espíritu desde los confines de la existencia hasta el preciso instante en que nosotros decidamos tan solo abrirnos a la magia incomparable de manifestarnos como la divinidad que hemos venido a Ser, con la misión que se nos ha encomendado.

GÉNESIS 1:26 “ENTONCES DIJO DIOS: HAGAMOS AL HOMBRE A NUESTRA IMAGEN, CONFORME A NUESTRA SEMEJANZA,…” DIOS LOS BENDIGA.

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