Lo que tiene que
ser “es” sencillamente cuando debe ser. Las fuerzas que gobiernan nuestros
destinos son tan sabias que nos proveen de lo justo y necesario siempre en el
momento perfecto. En ocasiones recibimos lo inesperado, lo indeseado, lo impensado
y eso nos molesta y nos volvemos miserables y a veces enloquecemos por no
comprender lo que eso tiene para enseñarnos y mostrarnos.
En ocasiones
recibimos aquello que creemos necesitar, que nos cae bien, que nos pone eufóricos,
alegres, y ante esto no somos capaces de agradecerlo. Pareciera como si siempre
estuviéramos buscando algo más, como ir corriendo detrás de ilusiones, de utopías,
y en ese “tránsito alocado” mucho queda en el camino que no es considerado, que
es desperdiciado.
No hay azares o
suertes en la vida, todo está sucediendo para algo y por una razón, nos guste o
no. Los destinos y las acciones están entrelazados de modo que el camino que
traza un individuo en su vida está cargado de propósito e intención. Puede que
en algunos tramos de ese camino culpemos a la casualidad de jugarnos una mala jugada, o que carguemos sobre los
hombros de “la mala suerte” gran parte
de nuestras experiencias “supuestamente
no deseadas”. Aunque bien se sabe que el azar o la suerte no tienen cabida
en esta existencia, que a lo sumo existen causalidades, y mayormente sincronías.
Es así como los destinos son acciones y las acciones
son destinos. Ambos se tejen con hilos de un mismo ovillo conformando el
manto del presente como una única pieza.
Debemos
comprender entonces que cuando la vida nos halle distraídos, no es que atente
en nuestra contra, sino que nos está propinando un cachetazo para que volvamos
a poner los pies en “el camino”. Porque resulta fácil pasar culpas y buscar
responsables ajenos. Debemos recordar esto: Todo suceso en nuestras vidas viene cargado de intención y propósito.
Nada sucede por casualidad. Prestemos
atención al camino que transitamos maximizando los sentidos, agudizando la
percepción y manteniendo “un alerta
conciente a tiempo completo”.
Es
imprescindible comprender que destinos y acciones son las dos caras de una
misma moneda. Ahora les pregunto: ¿Hechas
tu vida a la suerte o te dejas cautivar por el paisaje que ofrece el camino?
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