viernes, 18 de enero de 2013

AMARRADO A LA VIDA


Cuentan que un montañista, desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía después de años de preparación.


Subiendo por un acantilado, a sólo cien metros de la cima, resbaló y se desplomó por los aires… caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad, y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.

Seguía cayendo… en esos angustiantes momentos le pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida. Pensaba que iba a morir; sin embargo, de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo partió en dos… Sí, como todo montañista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.

Después de un momento de quietud, suspendido por los aires, gritó con todas sus fuerzas:
-¡Ayúdame, Dios mío!…

De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:
-¿Qué quieres que haga, hijo mío?
-Sálvame, Dios mío.
-¿Realmente crees que te pueda salvar?
-Por supuesto, Señor.
-Entonces corta la cuerda que te sostiene…

Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más fuerte a la cuerda y reflexionó…

Cuenta el equipo de rescate que al día siguiente encontraron colgado a un montañista muerto, congelado, agarrado fuertemente con las manos a una cuerda… a tan sólo un metro del suelo.

¿Qué tan sujeto estamos a la cuerda de las comodidades, que nos dicen que no podemos ser mejores que otros, que no podemos dejar el trabajo porque tenemos miedo al “después quién me contratará”, que no podemos emprender nuestro propio negocio?. La cuerda representa todos aquellos temores, miedos, modelos impuestos o patrones de conducta que hemos cargado en nuestro existir y que no podemos dejar porque estamos atados a ellos, y creemos que sin ellos corremos el riesgo de fracasar… atrevámonos a soltar la cuerda y construyamos nuestra propia vida, encontremos nuestro puesto en el mundo, seamos protagonistas de nuestra propia historia, asumamos nuestros propios errores; aceptemos, sin frustraciones, nuestras limitaciones; seamos siempre fieles a nuestra vocación, pongamos constancia y amor en todas nuestras obras, no volvamos atrás ante los fracasos, no nos envanezcamos con los éxitos, miremos la vida con alegría y esperanza.

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