Otra de las grandes lecciones de vida recibida a través de mis educadores, que a Dios gracias tuve maravillosos instructores, fue una enseñanza sobre el ¿Por qué es tan difícil escuchar a los demás?
En mis años de juventud, cuando practicaba el excursionismo con el Centro Excursionista Loyola (C.E.L.) y siendo un discípulo dedicado a una vida contemplativa le pregunté a mi guía de excursiones, el Padre Galdo: “¿Por qué es tan difícil escuchar? La gente no se escucha, y es tan fácil hacerlo”.
El me prometió responderme si antes llevaba una jarra llena de agua a una distancia de 100 metros sin derramar una gota, pues el líquido era muy importante para nosotros durante la estadía en el Cerro Ávila. Yo, por supuesto, cumplí con esmero el encargo y regresé exitoso ante el mentor.
Éste me preguntó si había escuchado cómo me había llamado varias veces durante mi recorrido. Entonces le confesé, avergonzado, no haber escuchado nada ni ninguno de sus llamados. El entonces me respondió: ¿Te das cuenta lo difícil que es escuchar si lo único que nos importa es probarnos que somos competentes? Gran lección.
Dejemos de escucharnos sólo a nosotros mismos, escuchemos empáticamente a los demás. No sólo lograremos mejores resultados, sino que además contribuiremos al bienestar de las personas de nuestro entorno.
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