EL ROSTRO DE LA CARIDAD
“La caridad es la reina de las virtudes. Como el hilo entrelaza las perlas, así la caridad a las otras virtudes; cuando se rompe el hilo caen las perlas. Por eso cuando falta la caridad, las virtudes se pierden.” San Pío de Pieltrecina
La caridad, que es la antítesis de la envidia, nos presenta el rostro alegre y bondadoso de la misericordia, de la clemencia, la compasión, la piedad, y la condescendencia que son aguas de la misma fuente. La caridad como virtud teologal tiene su punto de referencia en el más grande mandamiento que nos invita a amar a Dios sobre todas la cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. De esto se desprende que el cuidado y atención por el prójimo que aparece en la lista de estos “tres amores”, debería ocupar un sensible y apasionado lugar en nuestro corazón. Porque no se puede decir que se ama a Dios sin tomar en cuenta el amor que le debemos a nuestro prójimo. Esto es necesario afirmarlo porque la caridad que se ejerce sin tomar en cuenta a Dios en cada acto compasivo, llega a ser un fin en sí mismo. La filantropía que no se practica en el contexto del mandamiento donde nace la caridad, puede llegar a ser soberbia y presuntuosa, y hasta justificar al que la hace como si fuera una indulgencia para alcanzar al cielo. “Nunca están los hombres más cerca de Dios que cuando se emplean en salvar a sus semejantes". Cicerón
La caridad se manifiesta en la devoción de los que mantienen un corazón generoso y una mano abierta. En el mundo son innumerables los que mueren con sus bocas abiertas y sus estómagos vacíos, esperando por una mano abierta con las que pudieron satisfacer su hambre. Las estadísticas que nos suministran las agencias humanitarias que están sobre la brecha, paliando este flagelo del hambre, son alarmantes y requieren de una sociedad más sensible y preocupada. Nunca había sido tan necesaria, como urgente, la aplicación de la caridad como en este tiempo, en el ahora. El aumento continuo de los desamparados, de los hombres y mujeres que no tienen "donde recostar su cabeza", de las viudas y los huérfanos sin un consuelo de amor y sin una esperanza de satisfacción, demandan de un corazón generoso y de una mano que condescienda para socorrer sus necesidades. Una mano abierta para dar de comer al debilitado, una mano abierta para socorrer al desamparado, una mano abierta para cubrir al desabrigado, una mano abierta para consolar al enlutado o dar un abrazo al que vive sumido y entregado en alguna profunda soledad, se convierte en un reclamo desde la tierra y en una demanda del cielo. Con esto concuerdan las palabras que el don más precioso que otorga Dios al corazón humano es el de sepultar su egoísmo mientras su alma se enciende en amor por otros.
Tomemos las palabras de Jesús “por cuanto lo hiciste a uno de mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”, que pronunciara en el contexto de lo que será el juicio a las naciones, y la premiación para la vida y el castigo eterno, reflejan con precisión la práctica de la caridad: “Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recibiste; estuve desnudo, y me vestiste; enfermo, y me visitaste; estuve en la cárcel, y viniste a mí” (Mateo 25:35, 36). Alguien interpretando las palabras de Jesús y la forma cómo se identificó con el necesitado, lo puso en un lenguaje poético teniendo un profundo sentido sus palabras: “Cristo no necesita que lo cures, Cristo nunca se enfermó, más piensa cuando cures a algún pobre que estás curando a Dios. Cristo no necesita de alimento, no tiene hambre el Señor, más piensa cuando asistas al hambriento que alimentas a Dios. Cristo no necesita de vestidos para entrar en calor, pero siempre que cubras al desnudo di que vistes a Dios. Cristo no anda buscando que lo hospeden cual extranjero, no, pero siempre que hospedes a un hermano di que hospedas a Dios. Ya Cristo no estará jamás en la cárcel, no hay para él prisión, mas siempre que visites a los presos visitarás a Dios. Ya en los ojos de Cristo no habrá llanto aunque llorar solió, más siempre que consueles a los tristes consolarás a Dios”. Estas palabras de Jesús son el crisol donde se prueba la virtud de la caridad.
Caridad es la virtud sobrenatural infusa por la que la persona puede amar a Dios sobre todas las cosas, por El mismo, y amar al prójimo por amor a Dios. Es una virtud basada en fe divina o en creer en la verdad de la revelación de Dios. Es conferida solo por gracia divina. No es adquirida por el mero esfuerzo humano. Porque es infundida con la gracia santificante, frecuentemente se identifica con el estado de gracia
ResponderEliminarEn esta virtud se encuentran la esencia y el núcleo del cristianismo, es el centro de la predicación de Cristo y es el mandato más importante. Jn 15, 12; 15,17; Jn 13,34. No se puede vivir la moral cristiana haciendo a un lado a la caridad.
La caridad es la virtud reina, el mandamiento nuevo que nos dio Cristo, por lo tanto es la base de toda espiritualidad cristiana. Es el distintivo de los auténticos cristianos.
La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es el mismo: el amor a Dios. Porque su bondad intrínseca, es la que nos une más a Dios, haciéndonos parte de Dios y dándonos su vida. 1 Jn. 4, 8
La Caridad le da vida a todas las demás virtudes, pues es necesaria para que éstas se dirijan a Dios, Ej. Yo puedo ser amable, sólo con el fin de obtener una recompensa, sin embargo, con la caridad, la amabilidad, se convierte en virtudes que se practica desinteresadamente por amor a los demás. Sin la caridad, las demás virtudes están como muertas.
La caridad no termina con nuestra vida terrena, en la vida eterna viviremos continuamente la caridad. San Pablo nos lo menciona en 1 Cor. 13, 13; y 13, 87.
¿Qué es, pues, la caridad?. La caridad es más que el amor. El amor es natural. La caridad es sobrenatural, algo del mundo divino. La caridad es poseer en nosotros el amor de Dios. Es amar como Dios ama, con su intensidad y con sus características.