Si hemos
tenido fracasos en la vida, no nos preocupemos... Preocupémonos, si hemos
tenido derrotas...
La gran diferencia entre fracaso y derrota es que en el primer caso
se acepta como una lección por asimilar, un pequeño paso más hacia la meta
final. Los fracasos nos muestran el camino equivocado, que una vez reconocido
no volveremos a recorrer. Al igual que el zorro, quien se ha ganado el
calificativo de astuto, porque difícilmente vuelve a caer en la misma trampa. A
menudo, la nube que oscurece nuestro presente sirve para iluminar nuestro
futuro.
En cambio, la derrota es la decisión de no
volverlo a intentar, claudicar ante los obstáculos, renunciar a la posibilidad
de convertir el fracaso en éxito. Somos vencidos
sólo cuando nos estimamos derrotados.
Los obstáculos en el camino de los débiles se
convierten en escalones en el sendero de los triunfadores. Los triunfadores
tienen la visión del objetivo que desean lograr, con lo cual convierten los
obstáculos en retos a superar, en similitud al alpinista, que visualiza la cima
de la montaña como el objetivo a lograr, convierte a los obstáculos y peligros
del ascenso como retos a dominar.
En cambio quien no tiene el suficiente anhelo de
llegar a la cima, se desalienta fácilmente ante el esfuerzo que se le exige,
ante los riesgos que le acechan y ante los retos que se le presentan y aun
antes de iniciar siquiera el camino se da por vencido.
Si nosotros ya definimos y decidimos qué es lo
que deseamos en la vida y día a día alimentamos nuestra determinación para
lograrlo, difícilmente nos podrán detener, es tal nuestra convicción que los
obstáculos dejan de serlo, y más bien los observamos como detonadores para
lograr nuestro plan de realización, por ejemplo: Quien se ha decidido a obtener
un título profesional, los exámenes, el estudio intenso, renuncia a muchos
fines de semana por cumplir con trabajos académicos o levantarse más temprano y
acostarse más tarde son, entre muchos otros, los retos que al superarlos le
proporcionarán mayores satisfacciones al lograr el fin deseado.
Cada falla, cada fracaso lo convertimos entonces en viento a favor,
asimilando la lección, incrementando nuestra experiencia y fortaleciendo
nuestra determinación en lograr nuestros propósitos. Es preferible renunciar a
vivir que declararse derrotado, ser un perdedor porque se ha dejado de luchar.
Un solo objetivo hay que tener en la vida: Apostar
todo para lograr triunfar.
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