Aprendemos a ser feliz cuando estemos solos,
y a mantener esa felicidad cuando estemos en el mundo. Nuestra alegría, nuestro
placer, nuestro éxtasis, no deben depender de ningún condicionamiento externo.
Mucha gente siente que es feliz cuando se
encuentran con amigos; y entonces, cuando están solas, se aburren, se sienten
triste y corren a buscar al otro. Estas personas son extrovertidas. El tipo
opuesto es el de las personas introvertidas. Se sienten felices estando solas,
y se fastidian cuando se encuentran con alguien. Ambos son esclavos de su tipo.
El tipo es una esclavitud. Deberíamos liberarnos del tipo. No debemos ser ni
extrovertido ni introvertido, sino ambas cosas a la vez.
¿Cómo hacer? Sentados, en silencio, sintamos
cuál es nuestra cualidad interior. Entonces, comprometámonos en actividades
conservando dentro esa característica. Movámonos de un polo al opuesto todo lo
posible, tratando de llevar consigo nuestra integridad interior. Nos extraviaremos
muchas veces, pero cuando por primera vez podamos transportarnos al polo
opuesto, nos habremos transformado en el amo. Ése es el arte.
Si
el desierto y las montañas son atractivos, ¿por qué no las personas?
Si podemos transportar el rasgo de alegría de la soledad
a la sociedad, nos ayudará a estar solos, y estar solos nos ayuda a relacionarnos
profundamente con la gente. Un hombre que nunca ha vivido en soledad no puede
relacionarse en profundidad. Y una persona que nunca ha vivido en sociedad no
puede conocer el placer de la soledad.
Una persona que nació y creció en un paraje
solitario, posiblemente no podrá apreciar ni gozar su soledad; probablemente se
tornará aburrido y estúpido. Muchas personas que han nacido y viven en el Himalaya,
ni siquiera tienen conciencia de que existe el silencio. ¿Cómo podrían
disfrutarlo? Es necesaria la oposición para sentir.
El día
es hermoso porque existe la noche. La vida es hermosa porque está la muerte. El
amor es una energía expansiva porque está el miedo.
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